dimecres, 8 d’octubre del 2008

Por un mundo mas justo... hazte vegano!

El animal más imbécil
Por Esteban Peicovich

No aparece en la fotografía, pero a muy pocos les costará adivinar cuál es. Imbécil, desquiciado y a la vez genial. Identikit fácil de descifrar. Basta con asomarse sincero a un espejo y, suspendiendo el ego, bancarse el zafarrancho de la especie que nos tocó. Cierto que no todo está dicho y que algún futuro día podría celebrarse que el hombre es mejor que la hiena, la cucaracha o la rata. Propaganda a favor la viene teniendo desde siempre. Antiguos doctores lo etiquetaron como animal superior de la escala. Pifie grande. Sabemos, poniendo la mano sobre el corazón, que es de lo peor. Lleva 800.000 generaciones en la Tierra, y en cada una fue duplicando la barrabasada anterior. Bicho copión como pocos. Teme como cordero. Chilla como cerdo. Mata como lobo. Canta como ruiseñor. Medita como vaca. Y tortura como ninguno (tanto que ninguno de los inferiores a él lo hace) y compite consigo mismo y con los demás a la vez. Persigue de día lo que soñó de noche, y, en su afán de meter la nariz en todo, inventó todas las prótesis que le hicieron falta. Submarino. Cohete. Avión.

Para constatar el estado de su salud mental basta leer un libro de historia universal. O mirar con atención esta imagen (tomada con aparato de fotografiar que él inventó) de estos dos bellos animales (que él capturó) a los que desnaturalizó y obligó (látigo mediante) a la coreografía circense que su capricho dispuso. Asombra tan errático progreso celular de aquel cerebro reptil que tanteó la arena, creció hasta ponerse de pie, ascendió a los árboles y, tras miles de mutaciones, pilotó un Concorde diseñado y hecho por él mismo. Bípedo implume con cuatro patas al nacer, dos de adulto y tres de viejo, este profesional del absurdo dedicó su cerebro a glorificar al puño. Así tomó el control de otros hombres y domesticó al casi entero reino animal. Inventor de la picana, padre del misil inteligente , productor de éxodos gigantes, sigue moviéndose por el planeta como rey no de la creación sino de la depredación. Máximo matarife que arrasa fauna y flora y, ante el menor obstáculo, activa su bélica juguetería que puede convertir a la humanidad en hamburguesa.

No se explica cómo, siendo tan minúsculos, podamos dañar tanto. Todo animal que esté bajo la férula del hombre se degrada de modo irreversible. Se oxidan sus reflejos, pierde materia gris, se atonta. Durante siglos, el hombre domesticó y torturó animales hasta quebrarles la primera naturaleza. Los mutó hasta convertir un perro en un ratón con moño. Este deseo de variedad no se detiene. Su miopía, tampoco. Entre una limusina o una ballena no duda. Sacrifica los animales recogidos por Noé y los reemplaza con bestias que vomita la tecnología del criadero fantástico de Hollywood. Este estrafalario progreso responde como un boomerang : la mayor parte de los inventos mecánicos que nos rodean acaban por domesticarnos a nosotros. Y aun así no parece inquietar demasiado a nadie. El gran safari continúa su obra de exterminio y, para camuflar la barbarie, montan el tinglado de la falsa piedad: recuperan el delfín o el cormorán engrasado. Meros rituales de culpa. Lo que ciertamente conmueve ( y embriaga) al megaanimal hombre es el petróleo, leche sagrada de la que extrae la fuerza para el gemelo que él mismo clonó. Esa bestia artificial que lo traslada mejor que un caballo y ruge más que león. Que lo hace sufrir, envidiar, llorar, claudicar, caer a sus pies y convertirse en su valet, en especial los sábados por la mañana, con manguera y trapo en mano.



León sobre caballo es visión propia de una pesadilla. Imágenes bellas como pocas estas dos magnas cabezas de la zoología. Y a la vez tan tristes. Ojalá que antes que la Atómica Edad despelleje la Tierra los animales concluyan a tiempo el arca que merecen para salvarse del diluvio creado por el hombre. Y otro ojalá: que no le cedan el timón al primer mono parlante. Se les repetiría la historia. Les resultaría fatal.

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1056836

dilluns, 29 de setembre del 2008

CUENTA CUENTOS... :)

La Estrella de Mar

Cierto día, caminando por la playa, reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez.
Tan pronto como me aproximé me di cuenta de que lo que el hombre agarraba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena, y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Intrigado, lo interrogué sobre lo que estaba haciendo, a lo cual me respondió:

- Estoy lanzando estrellas marinas nuevamente al océano.
Como ves, la marea es baja y estas estrellas han quedado en la orilla, si no las arrojo de nuevo al mar morirán aquí por falta de oxígeno.

- Entiendo -le dije- pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa.
No puedes lanzarlas a todas, son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa.
¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?

El nativo sonrió, se inclinó y tomo una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió:
- ¡Para esta si lo tuvo!

(L. Eiseley)